Por lo tanto, Mega Drive Mini, la apuesta de Sega para este cada vez más poblado mercado que mezcla nostalgia y entretenimiento, tiene parte del camino hecho, pero también llega en un momento en el que se ha pasado la novedad y se juzga de forma mucho más dura estas consolas. El catálogo es espectacular y la consola se comporta como se espera. Los matemáticos sabrán que es el que se encuentra situado exactamente entre el 41 y el 43, mientras que los autoestopistas galácticos sabrán que es el sentido de la vida, el universo y todo lo demás. En el caso que nos ocupa lo importante es que es el doble de lo que ofrece la competencia.
Que se lo digan a la PlayStation Classic, que de clásicos tenía el nombre y tres o cuatro juegos. Quien quiera podrá echarle decenas de horas sin problema y, en el peor de los casos, cada juego sale a poco menos de dos euros. El botón de encendido y el de reinicio sí funcionan, pero el de volumen también está ahí para recordar un tiempo pasado. Sega ha querido imitar los mandos originales, pero no habría pasado nada si también hubiesen recibido el tratamiento Mini.
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