Este fin de semana ha tenido lugar la beta abierta de Call of Duty Modern Warfare. Tras empezar el jueves en PS4 y el viernes en Xbox One y PC, lo 'nuevo' de Infinity Ward, su laureado regreso a los orígenes, se siente demasiado parecido, demasiado igual a todo lo que llevamos años jugando. La promesa del regreso a los orígenes, algo que tampoco es precisamente nuevo, nos deja tan descolocados como a su departamento de marketing, sin saber muy bien ya ni qué esperar ni qué es lo que funciona al final. Va por delante que sólo hemos podido probar algunos modos online y que estos traen cosas tan jugosa como el sistema de control de operaciones, que sirve como toma de la bandera con extras como la desactivación del respawn en determinados momentos.
Tras volver a la II Guerra mundial varias cenas, explorar el futuro, bombardearnos con conflictos modernos y dar un par de giros alrededor de estas ideas, todo parece estar inventado ya en Call of Duty Modern Warfare. Sí, se ve genial, el gunplay es tan exquisito como siempre, los modos de juego y el pique prometen mucha diversión y la campaña servirá de gancho a quienes, como yo, quieren pegar tiritos en solitario de vez en cuando. Pero la sensación está ahí, la del deja vu de un deja vu, la del recuerdo de un sueño en el que soñamos que recordamos el mismo recuerdo de otro sueño. Call of Duty se ha convertido en un cliché que ya ha tocado techo, una fórmula a la que no le queda espacio para seguir creciendo.
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