Nos hacía gracia porque para él este simple acto desafiaba a todos los hombres que temen que una falda destroce su frágil masculinidad. Cloud, evidentemente, no es un okama al uso y ni siquiera es transexual, pero el cariño y la emoción la que otros personajes se involucran en su proceso de transvestirle sin tocar en ningún momento su sexualidad es muy representativo de la sociedad japonesa. Cloud está visiblemente incómodo no solamente por el vestido sino porque se mete en un local donde fuerzan a las mujeres a la explotación sexual, rodeado de matones, en mitad de una megaciudad por la noche. Además, si lo recordáis cuidadosamente, tanto los hombres extremadamente musculados del gimnasio como otros personajes repartidos por el escenario ayudan a Cloud a conseguir el perfume, la peluca y el vestido y le apoyan por completo en su misión.
Y está claro que poco a poco, los okamas irán apareciendo más en el escenario de juegos que llegan a Europa. El término okama es una mezcla entre los componentes kama, que significa olla, y O, que según la zona puede significar tanto agujero como escondido. La figura del okama es realmente abundante en los videojuegos y obras de producción audiovisual japoneses y suelen tratarse como hombres excéntricos, con ropas atrevidos y, por qué no decirlo, a menudo poderosos en combate. Son, sin lugar a dudas, de los personajes más abiertos y divertidos con los que nos podremos encontrar.
El mundo audiovisual japonés siempre se ha apoyado de estos personajes, excéntricos a más no poder pero con una fuerte personalidad, como parte de las personalidades estereotipadas con las que construyen a sus héroes. Los okamas son maravillosos para ellos, sí, y que un hombre se ponga un vestido y las plumas y tome para sí frases prehechas y comportamientos estereotipados en las mujeres les parece simplemente maravillosos, siempre y cuando esto no salte a un terreno más emocional.
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