En
esta ocasión la cosa corre a cargo de SEGA, en un intento similar -aunque más
modesto- a lo aplicado a Yakuza, por eso de revisar los clásicos pegándoles una mano de
pintura y algún que otro retoque en mecánicas. Además del aspecto visual, que
ha sido rehecho para adecuarse a los tiempos que corren, se
ha tocado levemente la sensibilidad en el sistema de control. Su
tono alegre, sus colores vivos y el ritmazo de sus canciones contagian
un buen rollo que no sienta nada mal, pero no sé si consiguen justificar
este remake con tintes de remaster. Cuesta pensar en alguien que lo
pidiera.
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