Y así, casi sin querer, me autoimpuse el adjetivo de Nintendera, como si me definiera de alguna manera. Este último par de años los he dedicado a meterme en el tema comunicativo de cara al sector de los videojuegos, por lo que he ido observando más detenidamente la «console war». Más allá de insultos varios y amenazas vacías, he preferido centrarme en la pasión con la que las diferentes comunidades de videojuegos defendían sus plataformas y títulos favoritos. Algo con lo que me sentí identificada en mis años de nintendera.
Por eso, dejé de lado mis inseguridades por géneros que nunca había probado, y la estúpida sensación de jugar a un clásico en la época equivocada, y probé juegos nuevos para mí. Me fuerzo a pensar que no importa la época o el momento en el que los juegue, ya que lo único que cuenta es descubrir sus mundos y disfrutar sus historias. Y tras pasarme muy poquitos títulos, he podido comprender que las comunidades de cada plataforma atesoran unos recuerdos muy parecidos a los que yo tengo con la gama de Nintendo. Aunque esta última revelación me haga querer ponerme rápidamente al día tanto en títulos antiguos como en actuales , me voy recordando a mí misma que el objetivo de todo esto es la diversión.
Por eso ya no soy Nintendera, y eso está bien. Porque las diferentes experiencias que tengo la ocasión de probar me demuestran que también soy parte sonyer, parte xboxer, parte master race y parte de otras comunidades que aún no he descubierto en mis primeros pasos en este mundillo. En resumen, me gustan los videojuegos, y ojalá pueda seguir con este hobby el resto de mi vida.
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