martes, 13 de abril de 2021

Análisis de Narita Boy

Cuatro años después de lograr su financiación a través de una campaña en Kickstarter, el barcelonés Studio Koba ha publicado Narita Boy. Más allá de las grandes obras nacidas en dicho momento, que nos han llevado incluso a desarrollar la falsa percepción de que hemos sido participes de todo ello aunque no la viviésemos, otros tantos lo toman por bandera y sacan provecho de sus más característicos elementos. Como no puede ser de otra forma, Narita Boy cuenta con un argumento totalmente ochentero. En el reino digital de la ficticia consola Narita One, un villano llamado Him ha desatado el caos.

 


Tanto es así que su influencia ha llegado fuera de este mundo, borrando la memoria de su creador. Para plantarle cara, nos ponemos en la piel de un jugador que es absorbido por la consola para convertirse en el héroe digital llamado a reinstaurar la calma. Propuestas que divierten imaginando alrededor y dentro de la tecnología, en especial en el mundo de los videojuegos. El elemento que más contribuye a ello se encuentra en los recuerdos del creador, y es que conforme los vamos recuperando somos testigos de la vida de esta persona, presentándose con un toque nostálgico que realmente funciona.

Dentro de este mundo es muy llamativo el cuidado con el que han sido recreados todos sus elementos. Encontramos todo un mundo que pretende dar sentido al espacio digital, ajustando en él muchos de los aspectos de nuestra realidad. Vemos así como los elementos básicos y fundamentales del hardware y software son caracterizados y representados como elementos vivos que conviven en un mismo y complejo entorno en el que hay espacio para incluso lo divino.

Un aspecto retro completamente fresco

Su diseño artístico es el otro gran homenaje realizado, logrando diferenciarse de otras muchas propuestas que para ello simplemente recurren a un pixel art el cual cada vez nos sorprende menos por la cantidad de propuestas. En lugar de eso, Narita Boy le añade diferentes efectos de iluminación y un llamativo filtro que consigue con mucho éxito dotar a todo el producto de una estética ochentera que, ante todo, se siente fresca. Eso sí, aunque a primera vista pueda parecer que Narita Boy es un metroidvania, no es así. No encontramos un mundo interconectado con atajos y caminos cerrados que desbloqueamos con nuevas habilidades, sino que el juego nos va llevando por diferentes niveles.

Hubiese resultado mucho más efectivo una mayor variedad de elementos o la búsqueda de un estilo diferente que motivará mucho más a avanzar. Aunque como ya decimos, son el resto de elementos los que afortunadamente hacen que esto no perjudique demasiado, pero sí que quede la sensación de que un enfoque diferente podría ganado mucho.

Epicidad ochentera

Son muchas las ideas con las que Studio Koba ha lidiado para Narita Boy, algunas de ellas con más éxito que otras. Al final todos sus elementos acaban equilibrando el resultado final y hacen que no puedas para de jugar, algo que desde luego no se puede decir de otras muchas propuestas.


 

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