domingo, 2 de enero de 2022

ANÁLISIS DE CHICORY: A COLORFUL TALE

El desarrollador indie Greg Lobanov sorprendió a propios y extraños hace unos años con el lanzamiento de Wandersong, un juego único en su especie que poseía una personalidad que desbordaba por los cuatro costados.




Color interior

Chicory, quien da nombre al juego, es una Artífice cuyo papel en el mundo es poner color a todos los elementos que lo componen, poner orden y llenar de felicidad a todos sus habitantes. Nosotros, como sirvientes y admiradores de la Artífice, cogeremos el revelo del pincel de Chicory y nos encargamos de restablecer el color a un mundo que ha quedado en blanco y negro. Nos depara una gran aventura con una gran responsabilidad. Así comienza nuestra aventura, en donde nos dedicamos a darle color a todo lo que nos rodea como quien le da vida a un cuerpo inerte.





Tenemos a nuestra disposición un amplio mundo en el que nos moveremos por el a través de pantallas, todo con un diseño en dos dimensiones y vista cenital. Podemos pintar y dibujar todo a nuestro antojo, del color que queramos, y así devolver el entusiasmo y la esperanza a los habitantes de este ya no tan colorido mundo. A medida que avanzamos en la historia vamos adquiriendo nuevas habilidades con las que interactuar con el entorno.

Obra de arte



Utilizando una técnica cartoon que imita la de los años 30 se ha creado un mundo que parece sacado de la mente de Walt Disney, un mundo habitado por animales antropomorfos, en el que el blanco y negro se ha llenado de vida. Están cuidados todos los detalles, y todo se mueve de maravilla, con unas animaciones que como decimos parecen sacadas de unos dibujos animados, y en donde ponemos poner y quitar color a nuestro antojo con inmediatas interacciones dentro del juego.


Imperfecto por diseño





Para empezar, la aventura tiene un comienzo anodino, en el que las mecánica principal no consigue provocar gran efecto más allá del jugador y se nos hace pasar por un trámite de 2 horas hasta que el juego coge forma. No se siente como un mundo real. Todos estos aspectos diluyen un poco la experiencia pero no el color que irradia Chicory. Un juego que interrumpe sin hacer mucho ruido pero que sin duda merece estar entre lo mejor del año, que con su apuesta arriesgada nos propone una aventura sin igual, en donde todo se ha llenado de detalles, momentos inolvidables y mucho mimo.

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